Cuando estás en un supermercado, en una tienda, o en un mall, todo va a estar estratégicamente colocado e indicado para que no te pierdas ni un solo producto del cual puedes ser público objetivo. Las gomitas y los chocolates justo en la caja para pagar, el carrito grande más “a la mano” que la cesta pequeña, la temperatura y la música ideal. Todo para que comprar sea una experiencia cómoda y “satisfactoria”.
Las galletas de niños colocadas en los anaqueles más bajos, para que “sin querer” los pequeños encuentren productos que les llamen la atención y papi y mami tengan que comprarlo porque hasta pudo alcanzarlo con sus manitos.
Las panaderías con olores a vainilla, las perfumerías con olores a madera, y la tienda de cinnamon rolls que hueles desde metros de distancia.
Sí, todo parece lógico que funcione de esa manera en el mundo del marketing… Tienen que vender, y nosotros tenemos que comprar. Pero, ¿cuántas veces compramos realmente lo que necesitamos para un estilo de vida más sano? ¿Cuántas veces compramos un “pack de conciencia”?
Los anaqueles que no nos venden
Sigo buscando una marca masiva y famosa que me venda ser consciente de mi estilo de vida, que me diga que es hora de despertar con la alarma y comenzar a pensar en mi salud sin venderme un plan de “dieta”, mis conocimientos sin venderme un curso con información limitada, mi avance profesional sin necesitar que me den un ascenso, o me aumenten el sueldo para saber que lo estoy haciendo “bien”. Claro, bien para ellos.
Estos anaqueles que ofrecen el control de tu vida y decisiones, la fuerza de voluntad para romper esas pequeñas rutinas que ya no te están funcionando, a pesar de ser “lo normal” en la sociedad; no te los colocan tan fácil para ubicarlos.
El día en el que dije “sí, todos estos dulces están divinos, pero siento que soy una adicta a ellos” no me lo hizo ver mis galletas o chocolate favorito en la parte de atrás del empaque, ni siquiera alguna organización de nutrición que se supone que se preocupa por nuestra salud.
Sí, nos venden hábitos, hábitos monetizados.
Entonces, ¿quién nos ofrece descuentos en conciencia?
Personalmente, un gran amigo con el que no hablaba desde hace mucho tiempo fue el que me introdujo en el tema. No hizo falta que me hablara de conceptos “raros” que no estaba acostumbrada a comprar, bastó su ejemplo, su estilo de vida y el éxito a nivel intrapersonal y profesional que esto le trajo, para entender que había algo que el mercado no me estaba ofreciendo.
Poco a poco fui encontrándome con la palabra “hábitos” cada vez más y más.
Bueno, hábitos, creo tener una buena rutina o “costumbres”, estoy sana al menos.
Estaba “sana” físicamente, pero con ansias por dentro, trabajos sin terminar, sueños que nunca se cumplían y un montón de conocimientos lejos de ser alcanzados, amaba la lectura, pero no leía, amaba una buena alimentación pero no lo cumplía, me encantaba las personas vegetarianas, pero capaz “algún día lo sería”, sabía lo que el azúcar desencadena en mi cuerpo, y aun así “me complacía” con un dulcito a diario.
Hasta que las “coincidencias” fueron suficientes como para decir: “vamos a darle play”, vamos a comprar más allá de lo que estoy acostumbrada a elegir en el super.
Tinyrocketslife
Y así llegó este grupo de gente “rara” como yo, queriendo cambiar algo, que no veían en comerciales, ir contra corriente de la demanda, y comenzar a comprar cada vez más “packs de conciencia”.
“Vendiéndonos” entre nosotros, hábitos que sí nos funcionan, hábitos que no buscan lucrar a más nadie que a nuestro crecimiento personal, experiencias de fallas y éxitos, tips de cómo elegir primero la cesta más pequeña antes de ir por el carrito gigante de compra, conocimientos que nos ayuden a pensar y luego actuar y no a actuar sin pensar.
Si alguna vez al finalizar el día, y abrir la nevera, te das cuenta que los productos que siempre has comprado ya no satisfacen tu bienestar, tus planes o pensamientos, es hora de aprovechar este “descuento” y probar algo nuevo.